Finalmente
aprendí a leer en tus matices
lo que no dijiste jamás.
Finalmente
conseguiste colar tu recuerdo
entre mis recuerdos amables;
mi tacto recuerda sin rastro de melancolía
la suavidad del gastado cuero
de tu gastado cinturón
marrón.
Finalmente
aprendí a escucharte.
Y
Finalmente
se me dibuja una sincera sonrisa
cuando tu silencio
vuelve a llenarlo todo.
lunes, 4 de octubre de 2010
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3 comentarios:
No quiero pensar que es autobiográfico, no.
Pero es muy bello. Y esa sonrisa dibujada por la ausencia, se me aparece, inconmensurablemente tierna.
Esta vez, querido, admitiré una dosis de autopretérito...
,-)
los cinturones de cuero es lo que tienen: despiertan ternura cuanto más gastados están.
Y luego dicen que son malos tiempos para la lírica ;D
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