domingo, 20 de diciembre de 2009

Era un tipo increíble. (stolen words)

Era un tipo increíble, absolutamente fascinado por la modernidad.
Tenía un cepillo de dientes eléctrico, una lavadora y una rasuradora eficaz.
También tenía una novia.
Era un tipo dinámico, usuario habitual de taxis y aviones.
Culto como pocos, leía al clásico Ovidio y al innovador Perec.
Incluso era capaz de descifrar con cierta facilidad las complicadas formulaciones de los tratados de estética.
Era un tipo correcto que, cada seis meses, recordaba con profunda nostalgia los lugares de su infancia.
Para dormir, reclamaba los arpegios frenéticos de Monk, reservando a Count Basie para los ritmos del amor.
Era un tipo original que todos los domingos almorzaba con su novia en el aeropuerto. Romántico en extremo, en los postres (siempre coincidiendo con un aterrizaje) ofrecía a su amada un singular regalo: una bombilla (los dias pares) o un tubo de neón (los impares).
Era un tipo terrible que detestaba el teatro de aficionados, la vida campestre y la comida china. No toleraba las opiniones del carnicero y, por principios, nunca saludó al vecino del quinto.
Lógicamente, le repugnaban los canelones y las cartas al director.
Su vida transcurrió íntimamente unida a los combinados magistrales del farmacéutico y a los turbios mejunjes del barman.
Se puede decir que fué,
la suya, una cronología contradictoria que, en algunos momentos, fué lesionada por el cólico nefrítico pero que, gracias a la química, pudo mantenerse al margen de ladillas y estreñimientos.
Era un tipo magnífico que nunca dió de comer a los gorilas del zoo. En consecuencia, vibraba con el arte moderno, ya fuera abstracto o figurativo, y se declaraba agnóstico ante las cuestiones religiosas.
Era un tipo elegante. Fumaba sólo cigarrillos de importación (Abdulla Imperial Preference) y asumía disciplinado los dictados de la moda.
Para seducir, seguía los consejos del ala de su sombrero y de los seis botones de su gabardina.
Le fastidiaban los dias nublados, y cuando llovía, olvidaba sistemáticamente el paraguas.
Era, pese a todo, un tipo resuelto que aceptaba sin pestañear las predicciones del horóscopo y combatía el dolor de cabeza con dosis masivas de artículos de opinión.
Mártir característico del siglo xx, falleció electrocutado mientras manipulaba, sin precaución alguna, una batidora aerodinámica de cuatro marchas.
Su novia, enojadísima, no asistió a los funerales.

(
Texto de Carlos Pérez, escrito para Paco Bascuñán Rams)

El fin justifica los medios.

Resultados arrojados por mi reciente neumonía:

-Una diminuta manchita en el pulmón (es mucho más exótico tener cicatrices en el pulmón que en el alma).
-5 kilos menos en el cuerpo (en general).
-2 kilos más de perra (daño colateral de exiliarla a casa de mis padres). Esto corrobora mi creencia de que los kilos son como la energía, jamás se pierden. Cuidado que hay tres sueltos.
-1 nevera llena de calditos variados (si de repente se produce un ataque nuclear, yo podré sobrevivir un mínimo de dos años).
-1 factura kilométrica de luz (no sabéis lo caro que es mantener caliente 40 metros cuadrados..)
-3 cajas de antibióticos consumidas.
-8 cajas de paciencia (tuve que romper el embalaje de las dos primeras... no sé esperar)

Voy a ver si me hago el ánimo y cojo el ébola, que esto es la mar de divertido.
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