Finalmente
aprendí a leer en tus matices
lo que no dijiste jamás.
Finalmente
conseguiste colar tu recuerdo
entre mis recuerdos amables;
mi tacto recuerda sin rastro de melancolía
la suavidad del gastado cuero
de tu gastado cinturón
marrón.
Finalmente
aprendí a escucharte.
Y
Finalmente
se me dibuja una sincera sonrisa
cuando tu silencio
vuelve a llenarlo todo.
lunes, 4 de octubre de 2010
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