martes, 24 de noviembre de 2009
Esta es mi vida. Basada en un pecho real.
Tarde-noche.
Empieza a refrescar. Vuelvo caminando del estudio a mi casa, pensando en la fisión del átomo, intentando resolver raíces cuadradas -y puntas- de 17 variables... no sé, mis cosas. Al pasar por delante de un cajero, recuerdo que he de pagar el aparcamiento de la vespa, y entro a rogarle por las buenas que me dé algo de dinero.
La máquina, diligente, me arroja lo pedido. Qué tia. Entretenida guardando los billetes en la cartera, paso por delante del talludito malabar perrofláutico que, con voz ronca me dice: "guapaaa... ¿me das una monedilla?"
y yo, sin pensarlo, le digo: "ay... lo siento... es que sólo llevo billetes..!"
En fin.
Así soy yo. O se me quiere, o se me odia.
O se me quiere odiar.
Una de dos.
Empieza a refrescar. Vuelvo caminando del estudio a mi casa, pensando en la fisión del átomo, intentando resolver raíces cuadradas -y puntas- de 17 variables... no sé, mis cosas. Al pasar por delante de un cajero, recuerdo que he de pagar el aparcamiento de la vespa, y entro a rogarle por las buenas que me dé algo de dinero.
La máquina, diligente, me arroja lo pedido. Qué tia. Entretenida guardando los billetes en la cartera, paso por delante del talludito malabar perrofláutico que, con voz ronca me dice: "guapaaa... ¿me das una monedilla?"
y yo, sin pensarlo, le digo: "ay... lo siento... es que sólo llevo billetes..!"
En fin.
Así soy yo. O se me quiere, o se me odia.
O se me quiere odiar.
Una de dos.
Sentar la cabeza
Y, de repente, de la misma forma inesperada con la que llegan las cosas que se saben al acecho, le invadió un silencio atronador.
Todo se volvió aterradoramente "normal".
Su exquisito desasosiego se había ido para siempre.
Nunca entendió que eso, precisamente, es lo que anhela la mayoría.
Su cerebro lo procesó como el fin. Colapsó.
Su cuerpo se empeño en seguir respirando y moviéndose. Como si nada.
No se esperaba otra cosa de él.
Todos estuvieron orgullosos.
Nadie se dió cuenta de su discreto deceso.
Todo se volvió aterradoramente "normal".
Su exquisito desasosiego se había ido para siempre.
Nunca entendió que eso, precisamente, es lo que anhela la mayoría.
Su cerebro lo procesó como el fin. Colapsó.
Su cuerpo se empeño en seguir respirando y moviéndose. Como si nada.
No se esperaba otra cosa de él.
Todos estuvieron orgullosos.
Nadie se dió cuenta de su discreto deceso.
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