
Sí, lo sé. He comprado el gorro más inútil del mundo, pero me encanta.
Ya sé que aquí no hace suficiente frío, pero me da igual.
A mi gorro le hablo.
Mi gorro me hace compañía.
Mi gorro me acaricia las orejas en lo momentos tristones, y me mira complacido cuando estoy contenta.
Yo lo bajo de la percha un ratito cada dia para que no se sienta solo.
Es mi gorro.
Y yo le quiero.