miércoles, 25 de mayo de 2011

El último berrido.

Desde que recuerdo, mi madre siempre ha tratado de hacer de la carencia virtud. Eso sí, a su manera y de las formas más peregrinas.
Si yo le pedía unas Nike porque en el cole la gente que las llevaba molaba mucho, mi madre me compraba unas "Sugar" del mercadillo diciéndome que las Nike eran vulgares, y que estas aún no las conocía nadie, pero que pronto serían el "último berrido" (su versión del cool, en los 80). Y yo, de naturaleza confiada, me calzaba orgullosa mis Sugar, sintiéndome la última berreadora... y desconcertando con mi seguridad a los que sí habían conseguido sus Nike.
Cuando llegó el momento de la ingesta de la primera comunión, todas las niñas suspirábamos por esos vestidos largos blancos. Yo, desde lo alto de mis Sugar, también.
Mi madre, seguramente presa de un espíritu transgresor, acabó convenciéndome de que tomar la comunión con un vestido verde era mil veces más guay. Y si a eso le sumas un bombín de paja blanco... bueno...!
Suerte que, supongo, para evitar futuros traumas, supo parar sus ansias de vanguardia rara ahí y finalmente acudí a la iglesia sin oveja y sombrilla. En este caso no me queda otra que dar gracia a Dios.
Ya había olvidado todo ese confuso tema de los últimos berridos y las vanguardias estéticas, cuando el otro día el banco, presa de una emoción sin precedentes al ver que mi cuenta no estaba en rojo, me regaló una jarra Brita (esas que convierten el cloro puro del grifo en algo similar al agua). Yo no estaba nada convencida de que ese artilugio fuese de fiar, y me aferraba con fuerza a mis garrafas de agua embotellada... hasta que llegó mi madre a narrarme las bondades de la cosa. Y con la cosa me refiero al agua en sí: "Ya verás, el agua sabe mil veces mejor que la embotellada. No has de subir litros y litros por la escalera... y fresquita... fresquita está buenísima".
Perdió todo el crédito cuando, horas más tarde, le telefoneé para preguntarle cómo se ponían los filtros y me dijo "ay, hija, yo no tengo de eso. En casa bebemos Solan de Cabras... Por desgracia!"
Joder, ahora me siento súper mal...
Cuando vuelva les dejo mi jarra y me llevo sus garrafas, que a mi família no le falte de nada aunque me tenga que sacrificar yo, faltaría más!

lunes, 23 de mayo de 2011

Futuro imperfecto.

Cuando ya no quede nada
del todo que busqué
dejaré caer los brazos,
quemaré los puentes de papel
en los que ardí.

Desapareceré del lugar al que nunca pertenecí.

sábado, 21 de mayo de 2011

Por fin es primavera.


Bajo los adoquines escondieron nuestra playa.
Era sólo cuestión de tiempo que la encontrásemos de nuevo.

Valencia, 2011. Mayo.

lunes, 16 de mayo de 2011

Secuencia de los hechos. 12.14am

11.47am.
Empiezo a sentir cierto escozor en los ojos. Dado que no he sufrido ningún drama en el transcurso de la mañana, más allá de que se me han pegado pelín las tortitas del desayuno, achaco la molestia ocular a que llevo varias horas trabajando sin las gafas (puestas, se entiende).

11.48am.
Olvido todo lo anterior y bajo al baño. Todo en orden.

11.55am.
Empiezo a sentir cierto escozor... ah, ok, las gafas.

11.56am.
Alargo una mano. La derecha, que es la que corresponde a la situación de las gafas, según todos los meridianos. Las cojo. Las llevo con éxito hacia la cara. Tras unos tensos segundos, encajo las patillas sobre las orejas, con un éxito rotundo de crítica y público. Piel de gallina.

11.58am.
Prosigo con el trabajo bajo la atenta mirada de mi perra.

11.59am.
Un escalofrío recorre mi espinazo cuando, de repente, el cristal izquierdo de las gafas cae sobre la mesa. Así, como sin vida. Todo se paraliza. Procuro no moverme. Las gafas siguen en mi cara. Compruebo que no ha sido fallo de diseño de las orejas ni nada, y ato cabos: la pasta de mis gafas ha dicho "hasta aquí hemos llegado" (no literal), y se ha partido, liberando a uno de sus vídrios en señal de protesta.

12.01am.
Mierda.

12.03am
MIERDA.

12.05am
Eso es mucha mierda. Este mes no puedo comprar otras gafas, así es que me lanzo a poner en práctica el Plan B: Loctite.

12.10am
No ha sido fácil, pero he conseguido devolver a su posición el cristal y pegar de forma poco digna pero eficaz la pasta que lo sustenta y alberga. Bien. Ahora parezco un Nerd, pero no he de comprar otras gafas.

12.11am
Repito (con cuidado) la operación delicada de colocar las gafas, de nuevo, sobre: nariz, oreja y justo delante de los ojos... cuando de repente siento hervir el ojo izquierdo. MIERDA.

MALA NOTICIA: LOS VAPORES DEL LOCTITE NO SE LLEVAN BIEN CON LAS MUCOSAS OCULARES.
BUENA NOTICIA: CIEGA NO NECESITO INVERTIR EN GAFAS.

jueves, 12 de mayo de 2011

Play with me.

Llevo ya una temporada (que dura desde hace aproximadamente 20 años...) teniendo que soportar estoicamente a amigos y demás parientes que, aparentemente movidos por el cariño (hacia mí, se entiende), y preocupados por lo que creen que es una pobre vida social y amorosa (no me da tiempo a sacarlos de su error debido a que rara vez estoy sola; mi casa es un trasiego incesante de amantes, amigos... bah, no quiero aburriros).
La cuestión es que cada vez que se me ocurre dar un suspiro más largo de lo que sería el estándar del suspirador medio, o se me pierde la mirada en el horizonte unos segundos más de la cuenta, he de escuchar una y otra vez aquello de "es que no sales nada... no te relacionas... ¿así cómo vas a encontrar a nadie?".
La cuestión es que no me gusta salir por la noche, y ahora la prohibición de fumar me han dejado sin la mejor excusa que tenía (sí, también odio el tabaco), aparte de mi incapacidad intrínseca para moverme con algún tipo de gracia en público (me refiero a bailar, no a que haya sido víctima de una apoplejía).
Finalmente el mensaje ha calado en mi psique, y presa del pánico a la soledad -ajena-, he sucumbido a la actividad frenética y grupal: Me he apuntado a un CURSO DE INICIACIÓN EN JUEGOS DE PLAYA. Esa soy yo, una mujer osada, de su tiempo, viviendo al límite. El límite del litoral, concretamente.
Cuando ya fantaseaba con licenciarme en castillos de arena, teoría y práctica de la flotación en colchoneta y en enterrar y desenterrar en el menor tiempo posible a alguno de mis musculosos compañeros universitarios del curso, mientras polemizamos agriamente (pero de forma sexi e irresistible) sobre las ventajas y desventajas del factor 30 de protección solar, o el impacto medioambiental del trikini, se me ocurrió ver los detalles del curso al que me había apuntado, para comprobar que los dichosos juegos se referían a voley-playa, futvoley y fútbol playa...

En fin.
Voy a morir sola, de un balonazo y bronceadísima tratando de molar.
Es mi sino.
Vivo con ello.

lunes, 2 de mayo de 2011

Asumiendo.

-Hija, ¿por qué no te arreglas un poco...?
-¿Arreglarme? Pero si voy bien, mamá!
-Digo, que te pongas algo... no sé... algo ajustado... (mirada como de lástima, pensando "ay, qué pena... y mira que es mona, pero no se saca nada de partido... va a morir sola")(sí, hay miradas como muy concretas, ¿qué pasa).

Llegados a mis 35 años como 35 soles, estos comentarios de mi madre ya no los escucho con la superioridad de los 20. Ha conseguido, por desgaste, hacerme dudar.. ¿Y si tiene razón? ¿Y si muero sola? Quiero decir, sin un hombre lloroso al lado, porque a no ser que me inmole en un autobús abarrotado, sé que moriré sola, como todo el mundo. ¿Y si llego a vieja sin nadie a quién consagrar mi medallón de viuda? ¿Seré una de esas viudas que no saca la foto que viene de serie con el medallón para que piensen que, efectivamente, tenía a un entregado hombre a mi lado hasta que, por desgracia, un trozo de basura espacial me dejó sin él (es que si enviudo, a mí me gustaría tener algo original que contar en la residencia..). Estos y otros nada desesperados pensamientos me pasan de vez en cuando por la cabeza, cada vez que quedo con amigos a comer y piden mesa para tres... ellos dos, paradigma del amor hecho carne, y yo, paradigma de... bueno, mejor lo dejamos ahí.
Así es que llevo unas semanas poniéndome manos a la obra: si realmente existe un hombre para mí, lo voy a encontrar. No servirá de nada que se esconda, lo mataré de amor si hace falta, pero la próxima vez que salga a cenar seremos cuatro, aunque me cueste la vida. La vida, o no volver a salir a cenar. Una de dos.
Al principio fuí a lo fácil: quise volver a dar de alta una antigua cuenta en una página de contactos. Vamos, en su momento ligar por ahí era tan fácil como pescar en un barreño, como entrenamiento siempre funciona!
Dí de alta mi antigua cuenta, actualicé mis fotos de "soy una tía normal, súper casual pero mega-interesante, con mogollón de mundo interior". Ok. Hecho.
Después leí el texto de presentación que puse en su día y me pareció que, visto un par de años más tarde, podía mejorarlo. Ahí voy. Hecho. El anzuelo está en el agua.
Al cabo de unas horas abro de nuevo mi correo, esperando el consabido aluvión de cartas de entregados fans, enamorados perdidamente de mi ingenio, gracejo y belleza natural... pero en lugar de eso, me encuentro un mail del servidor diciéndo que han decidido cancelar mi cuenta porque "multitud de usuarios la consideran ofensiva".
En eso he quedado. Ahora resulto ofensiva... Y ni siquiera han hablado con mi madre!
No quise indagar más en las razones. No me atreví a preguntar si habían sido las fotos o el texto -graciosísimo, por otra parte, deberíais haberlo leído!- lo que ofendió de esa forma a los cibermozos, por lo que me lo tomé de manera madura: escribí un mail incendiario de vuelta al servidor, borré mi cuenta y decidí que era un complot orquestado por el resto de solteras, envidiosas.
...
He estado estudiando el resto de opciones que tengo para conocer al hombre de mi vida, y me he puesto manos a la obra: Paso todo el tiempo que puedo en la FNAC, sección libros de tapa dura. En la de libros de bolsillo sólo pillaré a pobretones o a agarrados, y ya que me pongo...
También estoy mirando de practicar algún deporte de riesgo. Los hombres que los practican suelen estar bastante buenos, y si no consigo nada, siempre puedo matarme o algo.
Dejo como última opción la de adherirme a algún colectivo. Tengo una amiga que pertenece a un grupo de Amigos de las Orquídeas, pero ella ya se queja de que sólo ha conocido a gays y a señoras de 120 años. ¿Cómo se puede ser amigo de una flor? ¿Qué le cuentas? Al lado de la exposición de mi amiga había una exposición organizada por los Amigos de los Helechos, que contaba con un amigo vivo y otro latente, a su lado. Los amigos de las orquídeas miraban como con pena la otra exposición, y seguramente murmuraban entre ellos lo triste que debía ser ser amigo de un helecho.

Visto lo visto, he decidido comprarme alguna prenda ajustada.
(Voy a empezar a vivir con ello: voy a morir sola).
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