He llegado a la conclusión de que pertenezco a otra raza. No sé a cuál, pero las rubias impecables que me cruzo cada mañana desde mi casa al estudio donde trabajo y yo, que hasta las 3 de la tarde no consigo parecer medianamente humana, no podemos pertenecer ni siquiera a la misma especie.
Quizás las perlas que, indefectiblemente, todas llevan en las orejas, tienen un efecto "gloss" sobre ellas y las vuelve rubias (que eso ya de por sí es un grado. Un grado de tinte, pero un grado), un palmo más altas que yo, les plancha la ropa y les alisa el pelo (las alacia).
No sé.
Algo debe de ser.
Yo voy a tomar medidas drásticas al respecto.
O eso, o un café, que ya va siendo hora.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
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