Hoy, en mi apartado de confesiones vergonzantes, me voy a liar la manta a la cabeza y a saltar a la piscina (no hagáis esto sin la super-visión-de-la-muerte de Mitch Buccanan -me la trae al pairo cómo se escribe. Me la trae hasta al Cairo), y voy a reconocer que desde hace años, me he escaqueado más o menos limpiamente de todas las bodas a las que me habéis invitado, alegando las más peregrinas excusas:
-Yo es que me pongo muy triste porque me abandonaron de pequeña en un altar.
-Si no es por no ir, que yo iría encantada... es que justo ese dia tengo sueño.
-Soy alérgica al tul (¿a mil? sí, a til. Los sientol..)
-Tanta felicidad me da ganas de matar.
-Es que no sé si habré nacido ese dia.
De las que no he podido huir de ninguna de las maneras es de las bodas de familiares directos.
El sábado asistí resignadamente a la boda de mi primo hermano, el último que quedaba por casar... y claro... el comentario de "¿y tú, para cuándo? ¿sólo quedas tú, verdad?" repetido hasta la extenuación, encajado con una falsa sonrisa por mi parte, y con un lacónico "es que yo no soy partidaria...", lo cuál seguro que en la mente ajena era traducido inmediatamente como "seguro que es lesbiana", o "seguro que no hay dios que la aguante", o "seguro que dios es lesbiana y ella no lo aguanta".
Mientras en el resto de mesas se tratan temas vitales, nosotros (la familia...) hablamos encendidamente de nuestro tema preferido: EL PELO. Por presencia o por ausencia, tocando techo con el avistamiento de algún peluquín en la sala, momento en el que alguno alcanza el éxtasis y se considera que su vida ya ha tenido sentido, y se le sacrifica allí mismo porque todo lo que le espera a partir de ese momento siempre será peor.
Nunca entenderé muchas cosas, entre las cuales están las bodas y todos sus ritos (a mí me dan un sable para partir la tarta y hago una masacre...), cómo se inicia una conga, el momento catarsis colectiva bailonga, iniciado con "venga, bailemos country en línea mientras suena paquito el chocolatero (Paquito, natural de Wisconsin, de toda la vida de dios)!"... y de repente miras y hay 60 personas alineadas pensando que bailan... O por qué se han de besar los padrinos, y no se aceptan peticiones del tipo "gritad todos que me bese yo con aquel tio tan mono de las mesa 14...".
En fin, que no soy partidaria, que no me voy a ofender en absoluto si no me invitáis a vuestros actos (a ninguno), y que como alguien me vuelva a pedir que lea alguna carta de los Corintios, os vais a enterar de lo que se decían realmente.
Menudos eran.
(Y cómo les gustaban las pasas...)
lunes, 9 de marzo de 2009
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7 comentarios:
Justamente por eso me hice lesbiana! Ahora ya puedo ir a las boda sin que sea un trauma!!! Incluso me libro de la preguntita de para cuando un churumbel, que a mi edad, es lo que toca!
jajajajaajaj!!
pues sí, mira, es una buena solución...!
yo, de momento, voy a ver si dejo de ir a las bodas, y luego ya veremos!
.-)
A mí, si son de amigos, me gusta ir de boda, pero las clásicas las odio. Con todas sus tradiciones, incluída la del momento "entrega de los muñequitos del pastel de bodas", que ya supera al del ramo.
Suerte que mis amigos son algo más imaginativos (bueno, y que no se casan).
Por suerte soy de poca familia y me ahorro las bodas religiosas de primos y demás, con la frase consabida para mí.
el mono de la 14 está sobrevalorado
siempre lo están, Jozeluí...
siempre lo están.
jajaja.... de "la frase" no me libro tampoco... A veces me muerdo la lengua para no contestar a alguna tia segunda: " ¿es mejor casarse corriendo para que no se note el embarazo, como tu hija, verdad?
Lo mejor, es que si algun dia me caso, toda la gente que con sorna hace el susodicho comentario... no seran invitados. ¡ Que se chinchen!
ops... pues a la mia viniste. gracias.... Claro que embarazada de 6 meses y vestida de negro no se puede decir que fuera una boda convencional. Yo ya me he negado a ir a bautizos y comuniones por muy familia que sean.
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