Me armo de valor.
Me armo del cuero ajeno, hasta los dientes.
Pongo un pie delante del otro, cada vez un poco más alto, hasta alcanzar el ansiado sol que me regala hoy el cielo.
Dejo al viento que me despeine suavemente.
Dejo al sol que acaricie mi acerada piel, ya olvidado el no tan lejano dorado que me ha acompañado desde la primavera.. se ha ido sigilosamente, sin dejar siquiera una nota. Nada.
Por primera vez en demasiados dias me reencuentro cara a cara con el gélido viento que me recluyó.
Pero no le guardo rencor.
Sé que no lo hizo a propósito.
Cierro los ojos y me dejo acariciar una pequeña porción de piel.
(Esta vez iremos despacio..)
martes, 15 de diciembre de 2009
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